Jofie

El padre del psicoanálisis tuvo tres perritas Chow Chow a lo largo de sus últimos años de vida, aunque fue Jofie la única que le acompañó en sus sesiones, convirtiéndose en una auténtica y fiel “colaboradora”. Para Freud el comportamiento de Jofie con los pacientes le servía, incluso, para establecer diagnósticos y terapias.
Pocas personas conocen que el considerado padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, fue un gran amante de los perros y sobretodo de Jofie, una hembra Chow Chow que durante siete años de estrecha convivencia incluso llegó a colaborar con él en las sesiones que tenía en su consultorio, de forma que las reacciones de la perrita le ayudaban a establecer un mejor diagnóstico para sus pacientes.
Freud solía asegurar que cuando un paciente llegaba a su consulta lo primero que él hacía era fijarse en la reacción de Jofie hacia esa persona, porque aquel perro podía intuir estados de ánimo que él no era capaz de captar e incluso las sesiones terapéuticas podían llegar a concluir con anticipación si el comportamiento de Jofie así lo daba a entender.
Para Freud los perros eran -son- animales sociales, inteligentes e independientes que tienen una innata capacidad para entender qué personas brindan amor y, por el contrario, qué personas transmiten odio, dos sentimientos que, en opinión de Freud, son muy difíciles de diferenciar para los seres humanos, ya que llegan a confundirse en nuestra mente.
En la última parte de su vida Sigmund Freud tuvo tres perritas Chow Chow –Lun I, Jofie y Lun II-. La primera se extravió y la última apenas convivió con Freud unos meses antes de su muerte en Reino Unido en 1939, de forma que fue Jofie su mejor y más auténtica compañera canina, la que le acompañó durante siete años cuando él ya superaba los setenta.
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