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Hepatitis Canina

La hepatitis infecciosa canina es una enfermedad muy contagiosa causada por el adenovirus canino tipo 1 (CAV-1). Aunque, gracias a los efectivos protocolos de vacunación, no se trata de una enfermedad muy frecuente, de vez en cuando se producen brotes y hay que tomar las medidas adecuadas para evitar el contagio. Los perros pueden contraer también la denominada hepatitis común, que es causada por la ingestión de sustancias tóxicas, o bien por la acumulación anormal de sustancias que en principio serían beneficiosas, como el cobre. Una tercera posibilidad es que el perro padezca una hepatitis autoinmune, en la que es su propio sistema inmunológico quien ataca a las células del hígado, causando inflamación y necrosis.

La hepatitis canina se produce por una inflamación del hígado, que puede estar ocasionada por una mala alimentación o por una exposición reiterada a distintos tóxicos, lo que afecta progresivamente al hígado y puede llegar a causar un daño crónico. Cuando el daño hepático ha afectado a las funciones de este importante órgano se podrá observar signos graves que indican un mal funcionamiento ya no del hígado, sino de todo el organismo. Los síntomas de la hepatitis en perros son los siguientes:

  • Sed excesiva.
  • Ictericia (coloración amarillenta de ojos y mucosas).
  • Sangre en las mucosas.
  • Dolor abdominal que puede derivar a inmovilidad.
  • Fiebre.
  • Convulsiones por fallo hepático.
  • Pérdida del apetito.
  • Aumento de la secreción nasal y ocular.
  • Vómitos.
  • Edema subcutáneo.
  • Un perro con hepatitis no tiene por qué mostrar todos los síntomas expuestos, por lo que ante cualquier signo que indique una posible hepatitis hay acudir urgentemente al veterinario.

    Generalmente, la hepatitis canina no tiene cura. Pero muchos perros pueden tener una buena calidad de vida relativamente libre de síntomas con un tratamiento continuado y los controles necesarios. Se tendrá que realizar análisis de sangre con regularidad para evaluar la respuesta del perro al tratamiento y ajustar los medicamentos. El tratamiento para la hepatitis canina es sintomático y de apoyo. Los objetivos del tratamiento son limitar las infecciones bacterianas secundarias, controlar el equilibrio de fluidos y controlar las tendencias hemorrágicas, así como aliviar los síntomas que sufre el perro. Se administran antibióticos de amplio espectro para controlar las infecciones bacterianas secundarias. Para equilibrar los fluidos, podrán administrar al perro soluciones electrolíticas equilibradas por vía intravenosa. Algunas veces, es necesario realizar una transfusión de sangre o plasma. Los casos agudos requieren hospitalización.

    Aunque la opacidad transitoria de la córnea, también denominada “ojo azul”, no suele requerir tratamiento, una pomada oftalmológica aliviará los síntomas dolorosos asociados a ella. Los perros con nubes en la córnea deben ser protegidos contra la luz brillante, ya que les molesta mucho.

    Por lo general, el veterinario recetará medicamentos inmunosupresores o antiinflamatorios. En casos específicos, como la hepatitis asociada a la acumulación de cobre, perros que presenten acumulación de líquido en el abdomen o aparición de signos neurológicos, se administrarán medicamentos adicionales. Además de tratar la enfermedad hepática, es importante controlar y prevenir complicaciones, como la encefalopatía hepática y las hemorragias de hígado. El veterinario controlará también que los niveles de amoníaco en sangre se mantengan bajos y la coagulación de la sangre. Asimismo, tratará de prevenir las convulsiones y otros efectos adversos de la enfermedad. Es posible que se deba administrar antiácidos al perro para prevenir la aparición de úlceras gástricas y duodenales. También es probable que tu veterinario te recomiende una dieta especial para la insuficiencia hepática. Estas dietas son bajas en proteínas, para evitar sobrecargar el hígado.

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